02-12-2022
Noticias y actualizaciones
02-12-2022
A pesar de una mayor concienciación por el medio ambiente, continuamos sin ser conscientes de la limitación de nuestros recursos, de ellos dependen las generaciones futuras. Seguir a este ritmo es insostenible.
UN, DOS, TRES ¡DESPIERTA!
Cuando hablamos de sostenibilidad, nos referimos al hecho de satisfacer las necesidades actuales, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras a satisfacer las suyas, siempre garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social. Es decir, lo que se conoce como desarrollo sostenible. Este concepto fue acuñado por primera vez en el “Informe de Brundtland”, publicado en 1987, también conocido como “Nuestro futuro común”.
Los elementos claves a tener en cuenta, si queremos una sociedad sostenible, son: la economía, el medio ambiente (recursos naturales) y el bienestar social.
Estas tres variantes están intercomunicadas entre sí, y es imposible llegar a un desarrollo equilibrado sin tener en cuenta alguna de ellas.
El problema es que el crecimiento económico sólo se ha regido por un aumento de la productividad y de ingresos en cada territorio, y no ha tenido en cuenta, en su ascenso, el desarrollo económico responsable de las mejoras en las condiciones vida de una población, también llamado el bienestar social. Y menos aún, la variable medioambiental.
En este aspecto, las cifras hablan por sí solas: Cada segundo se vierten a la atmósfera 1.200 toneladas de CO2 y 8.000 personas mueren al día, en algún punto del planeta, por causas derivadas de la contaminación del aire.
Tenemos que despertar y no dejar todo en manos de instituciones, empresas, gobiernos. Pensando que ellos lo arreglarán. Es imposible llegar a esa meta común, sin nuestro desafío constante y sin una implicación directa por parte de todos. Todo suma, cada acto o contribución, en nuestro día a día, es válido y muy importante, por muy mínimo que nos parezca.
Analizando ligeramente, la última Cumbre del Clima de Sharm el –Sheikh, (COP 27) que se celebró del 6 al 18 de noviembre, nos encontramos con contradicciones como:
En definitiva, parece que todo se ha quedado en una declaración de buenas intenciones y promesas.
Sigue primando el crecimiento económico unilateralmente, mientras que, el bienestar social y medio ambiental siguen quedando en segundo plano.
Al planeta no le salen las cuentas. Es por ello que, debemos introducir en nuestras vidas el término sostenibilidad, pero no como un término de moda, sino como una forma de entender la vida.
Tomemos el ejemplo de las plantas, que incluso inmóviles, tiene la capacidad de dejar un impacto positivo en el planeta, toman del entorno los recursos que necesitan para vivir, y al mismo tiempo, devuelven mucho más de lo que toman. En ocasiones enriquecen el suelo, a veces alimentan a otros organismos, capturan carbono, producen el oxígeno que respiramos, regulan la humedad y contribuyen a la estabilidad del clima. Son incluso capaces de reconocer a sus vecinas y limitar la extensión de sus raíces para no perjudicar a las otras, llegan incluso a desplazar sus hojas para minimizar la sobra que puedan dar al resto de plantas. Son ,sin duda, un ejemplo de sostenibilidad.
Si queremos cambiar nuestro futuro común, seamos protagonistas directos y no meros espectadores.
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